sábado, 22 de diciembre de 2007

El calentamiento invernal

Después de una semana encerrado a cal y canto por mi pequeño brote agorafóbico, he salido. Lo he hecho sin parar un segundo y las consecuencias son evidentes. Hoy martes quiero morirme, pero en el buen sentido, sin sufrir.
Todo empezó la tarde del miércoles 19 de este mes por supuesto, cuando quedé con el Alemán para hacer unas compras (se viste de mujer de vez en cuando); fue en plena calle cuando me comentó que por alguna extraña razón se había quedado encerrado en su propio baño unas dos horas y que tuvo que llamar al cerrajero, ese buen hombre que llega, abre y cobra. Os dejo unos segundos para que os riáis del pobre Alemán. Además a esto hay que añadir que el baño no tenía pestillo, lo cual agrava la tristeza.
Este tema de conversación animó lo que a la postre sería una noche improvisada y realmente graciosa con los fieles compañeros del jueves (o miércoles): el Alemán y el Marrano. Los 'erasmus' se despedían por vacaciones y nosotros nos sumamos a su fiesta como buenos acoplados. Recuerdo que dejamos el pabellón nacional muy alto, y ese ego italiano incomprensiblemente venido a más que gastan tantos 'spaguettis', quedó por lo suelos, de lo cual me alegro. Y así fueron pasando las horas en la madrugada, hablando francés e incluso alemán, cuando me desperté en casa de mi abuela, acordándome de más bien poco.
Ya era jueves. Hacía muy bueno, parecía un día de primavera o de verano. El panadero sonreía a sus clientes, el cartero cantaba alegre y los obreros, me cago en los putos obreros como me jodieron a partir de las 8 de la mañana, con lo poco que llevaba yo disfrutando de la cama.
Tuve que evacuar rápidamente aquel infierno de ruidos, para ir a mi verdadera casa, la que piso tan poco. Al llegar, K.O. técnico y al sobre.
Desperté sobre las seis por una llamada que me decía: hoy tienes cena de clase; no puedes fallar. Así que fui y no me arrepentí.
Me encantan este tipo de quedadas de las que ya hablé una vez, cuando te sueltas con la gente que en clase ni saludas. Además siempre se dijo que en Derecho hay buenas mujeres, lo confirmo.
En mitad de la cena nos enteramos que también hay gente sonámbula que se levanta a ver la página web de la facultad en plena noche. También jugamos el clásico 'yo nunca he...' y los comensales allí presentes bebían mucho (¬¬).
Me he cansado de escribir así de repente. En el próximo capítulo os contaré lo que ocurrió en la Nochevieja y la previa de mi viaje relámpago a Madrid. Buenas noches.

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