domingo, 31 de mayo de 2009

Detrás de lo obvio

Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un burro al que ofrecía en venta.

El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al valor del animal.

Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de burros.

-No puedo entender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio más bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mis esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna. Y, sin embargo, no puedo igualar sus precios.

-Muy sencillo -dijo Nasrudín-. Usted roba forraje y mano de obra. Yo robo burros.

Idries Shah

jueves, 28 de mayo de 2009

Baaarça!

martes, 26 de mayo de 2009

Mentiras arriesgadas

A veces pienso que la gente habla sin demasiada coherencia, intentando buscar palabras para evitar silencios: sólo por eso. De otra forma no me explico la solemne estupidez con que se miente últimamente. Lo que empiezo a tener claro es que aquí sin puños, te apuñalan.

Ya no sé si es por envidia, ese pecado del que nadie se confiesa, o es que el ser humano se halla demasiado ocupado en odiar y en defenderse del odio ajeno, para meditar sobre las causas que nos llevan a él. Empiezo a estar harto de la ridiculez de la gente, su empeño en destacar, en ver y en ser visto...

Parece que todo lo verdaderamente importante acaba pareciendo inútil, todo se minimiza, se desvirtúa; pero recuerdo que yo no hice la guerra, fui su víctima. Y aunque siga pensando que nadie es decididamente bueno o malo: que depende de los momentos, de las circunstancias, de las frustraciones o del miedo, se me hincha la yugular al ver este circo tan triste.

"Nada complace tanto a los que han sufrido humillaciones como compadecer a los causantes de su propia humillación", dijo una sabia. Pero esa forma de mentir para conseguir fines (ese preciado fin de desestabilizarme) ha salido por la culata. O por el culo, quién sabe.

XXX Bécquer

Asomaba a sus ojos una lágrima,
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
 
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: ¿por qué callé aquél día?
Y ella dirá: ¿por qué no lloré yo?
 

lunes, 25 de mayo de 2009

jueves, 21 de mayo de 2009

miércoles, 20 de mayo de 2009

sábado, 9 de mayo de 2009

El esputo de ida y vuelta

Ocurrió que, pasadas las dos de la mañana de una noche de abril -según mi padre a partir de esta hora todos nos convertimos en yonkis y maleantes; sin duda se quedó en el videoclip de Thriller- un amigo, fue a saludar a un conocido de ambos en pleno estado de embriaguez, con una técnica que denominaremos 'esputo de ida y vuelta', que utilizaba un profesor nuestro de la infancia.

La técnica en cuestión consiste en cargar un lapillo de baba sana (sin cosas verdes de las regiones nasales de Mordor, me refiero), apuntar a la palma de la mano, y con un movimiento rápido expulsarlo y absorverlo, de tal forma que se produzca el efecto óptico de escupirte la mano. Una guarrada en toda regla, vamos.

Pero en este supuesto que relataba, algo salió mal y perfectamente vi como aquel esputo no tenía billete de vuelta. Así que cayó en la mano y ante tan repugnante situación, giré mi cabeza. El esputo 'A', un segundo más tarde cambiaba de mano tras el efusivo saludo.

No acabó ahí la cosa, pues cuando me quise dar cuenta una mano me daba palmaditas en el cogote, y efectivamente, era la portadora del esputo 'B'. Reaccioné bruscamente moviendo la cabeza hacia un lado, ganando la posición cual Quini en el área, pero estaba en un bar y como no había balón, rematé a la primera chiquilla que por allí pasaba.

Siendo yo el portador del esputo 'C' y viéndome increpado por la pobre mujer que había hecho las veces de balón, monté en cólera. Los portadores del esputo 'A' y 'B'  me miraban ojipláticos, así como el 75% de la gente que me rodeaba.

Días más tarde, después de arder Troya, se comentó el caso del 'esputo de ida y vuelta'. Resultó que, en aquel momento en que giré mi cabeza ante la repugnante situación de ver el esputo 'A' sin billete de vuelta, el portador procedió a limpiárselo en el pantalón y, un segundo más tarde el esputo había muerto. Por lo tanto, ni el esputo 'B' ni el 'C' existieron.

Esto me hizo pensar y saqué dos conclusiones:

1) Las apariencias engañan.

2) Practica en casa la técnica del 'esputo de ida y vuelta', antes de utilizarla en un bar totalmente borracho.