domingo, 15 de febrero de 2009

Tempus fugit

"Parece una ironía, pero lo cierto es que nada es más veloz que un largo lapso sin ilusiones.

No es verdad que el tiempo tarda en transcurrir cuando la vida no nos interesa. La propia monotonía y la falta de relieves lo despedaza; es decir, lo unifica, lo convierte en una dimensión sin metas ni puntos de partida.

De pronto, nos damos cuenta de que los años se nos han ido de las manos, de que hemos sido burlados por su fugacidad. Y es que todas las horas del día han sido mortalmente iguales: todas vacías, todas carentes de emoción.

Por eso, cuando te fuiste, la vida fue para mí como una recta final; una pendiente vertiginosa hacia el vacío.

Todo era siempre lo mismo, y los acontecimientos jamás tenían futuro: sólo recuerdos. [...]

Así iba envejeciendo yo: teniéndote a ti como punto de referencia, contando los años como si fueran horas y los lustros como si fueran años.

Hasta las Navidades se sucedían una tras otra igual que si entre cada una de ellas no mediaran trescientos sesenta y cinco días completos.

También las estaciones volaban. Tanto que, a menudo, cuando pensaba en alguna de ellas, no sabía precisar si ya se había cumplido o si estaba aún por llegar.

En cambio, cuando aún no te habías ido, cada segundo tenía una medida, cada instante se nutría de sentido. Por eso el tiempo podía dosificarse, ensancharse y hasta prolongarse. Pero esa facultad de medir la vida por milímetros y por fracciones únicamente cabe cuando se viven situaciones relevantes.

Ahora lo esencial es pensar que el tiempo no existe; que tanto el pasado como el futuro no es más que un gigantesco presente".

El volumen de la ausencia

Mercedes Salisachs


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