sábado, 28 de febrero de 2009

Sucesos paranormales

Habiendo recalado en un antro de mala muerte bajo un penosa dirección de equipo, llegamos a la barra. (Antes de meternos en camisas de once varas, decir que yo me iba para casa y que todo lo que aconteció no fue mera coincidencia ni alcohol en sangre, pues aunque los escuderos que me engañaron de forma vil y soez iban cargados, yo iba sereno. La típica serenidad con la que eludes controles de alcoholemia, en los que rozarías el límite pero te sabes victorioso antes de soplar).

El encargado de la hazaña, llamémosle X, logró el objetivo tras empujar a medio bar, una veintena de malas caras y alguna que otra sonrisa conciliadora del menda, para evitar disgustos. Es lo que tiene ir rezagado en esto del alcohol...

El camarero, era un tipo de lo más normal. Si se me permite, con ciertos rasgos indios; pero indio de punto, no de plumas. Y el servicio parecía eficaz, no tardó ni un minuto en llegar a visualizarnos. Cuando lo hizo, mi compañero se dispuso a formular las palabras mágicas: -Ponme un ron cola y un vodka limón. 

Dos vasos en la barra, justo delante de nosotros, los hielos de rigor y en un ademán de idiotismo extremo, ante nuestras caras de incredulidad, el tipo vierte el contenido de una botella de vino tinto, Fuenteviña para ser más exactos, en uno de los vasos. La botella no dio ni para llenar dos dedos con lo que, no contento con su primera actuación se dispuso a abrir una segunda botella de vino.

En este punto mi compañero y yo nos miramos fíjamente y asustado me dijo: ¿Le cortamos ya? A lo que yo respondí: Será para otros. Pero aquel tipo, me atrevería a decir que más joven que nosotros, seguía ensimismado en su hazaña, y continuó por la Cocacola. Lo que convertía aquello en el clásico kalimocho. Acto seguido, cuando aún aguantábamos la risa, echó Ron Brugal sobre las copas, un buen chorro.

Yo en mi cabeza, después de analizarlo todo escrupulosamente al instante. Sabiendo que mi amigo estaba borracho y sus balbuceos podían haber dado lugar a confusión, no me preocupé. Al fin y al cabo yo era el del ron cola, y no estaba lejos de mi mezcla. El que lo tenía jodido era él.

Sin embargo, el tipo de la barra, para culminar con una actuación perfecta de 9'8 en ejecución y con una sonrisa de lo más natural en sus labios, nos dijo alto y claro: -Me dijiste ron cola y vodka limón, ¿verdad? 

Gesto de afirmación. No podíamos mediar palabra.

Entonces nos acercó aquellos vasos y nos los bebimos. Eso fue todo. Los bebimos por admiración, por la seguridad en sí mismo, por ser el héroe de la noche; de aquella noche en que yo, ya me iba a casa...

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