miércoles, 19 de enero de 2011

India Report VI

Aquella noche cenamos en el 'Ganga Beach', nuestro restaurante de confianza. La comida estaba cojonuda y también sus batidos o 'lassi', algo habitual en la India que pasó a ser el postre por excelencia (los había de muchísimos sabores, frutas exóticas en general). Fuimos todos los días durante la estancia; era como comer en casa, casi hasta más barato y con vistas al Ganges. Con nosotros hicieron el agosto, pero allí lo pagábamos a gusto.
Me pasó una cosa curiosa camino al hostal. Iba mirando precios de tabaco y en muchas tiendas el Marlboro oscilaba entre 90 y 100 rupias. Pregunté a un hombrecillo cual era la diferencia entre los dos y a grandes rasgos me dijo que el 'caro' era el 'real', aunque hecho con tabaco de la India y que era preferible que lo comprase (llevaba un distintivo con el precio a modo de impuesto). Sólo con probar el 'barato' os dábais cuenta del porqué. Sabía a rayos y tenía motas amarillas como cuando te encuentras un cigarro del año pasado. Y eso que todavía fumábamos tabaco 'rubio' aunque no voy a adelantar acontecimientos. De todas formas, el precio era de chiste porque al cambio es un euro y pico.

Ya en el hostal conocimos a un australiano pelirrojo que viajaba con su novia. Nunca supimos como un tío tan feo había pillado tantísimo, qué mujer Dios mío de mi vida. Hasta que le dio por levantar los brazos y la cerda tenía más matojo que cualquiera de los monos que nos rodeaban. También nos acompañaba una pareja hindú que estaba de vacaciones por la zona. El caso es que la situación se asemejaba más a mi experiencia previa en interrailes. Clásicas charlas entre mochileros en las que se soluciona el mundo.
Nos sirvieron de gran ayuda, puesto que el viaje que había realizado la pareja australiana era muy parecido al nuestro pero a la inversa. De tal forma que nos apuntaron todo aquello que no podíamos pasar por alto, entre otras cosas un sitio llamado Old Manali, donde supuestamente se fumaba el mejor hachís del mundo. Estaría en lo cierto?
También nos recomendó hacer un trekking al día siguiente hasta un templo que se encontraba no muy lejos de nuestro hostal, palabras textuales. Cómo no, le hicimos caso porque somos así de subnormales.
En tanto, la pareja hindú no aportó gran cosa; ahora, se talaban los petas hasta atrás. Como recuerdo, el chaval estaba convencido de que las obras de Nueva Delhi, su ciudad natal, se iban a terminar a tiempo. Decía que los indios lo dejaban todo para el último día. Pero no, ésto era imposible, ya no sabía lo que decía del colocón que llevaba.
Después de ver una batalla a muerte entre un lagarto y una mosca, nos fuimos a dormir. El día siguiente se presumía duro. Y lo fue.
Despertamos con una gran pachorra víctimas del calor sofocante, con música ambiental que fluía desde los centros de yoga. Eran cánticos budistas: Krishna Krishna Hare Hare: Hare Rama Hare Rama, muchísima locura. Luego, para desayunar parábamos en otro sitio que tenía una repostería exquisita, muy cerca del puente, desde donde teníamos una panorámica envidiable de los monos en plena acción criminal. Del puente lo mejor que puedo hacer es colgar una foto, para que se aprecie el tráfico tan variopinto que sostenía.

Como dije, hicimos caso al 'aussie' pelirrojo. Craso error. En principio, la idea no era mala: nos vamos a hacer un trekking, somos gente super sana, el templo está cerca... Menudo cabrón. Ya ni me acuerdo cuántas horas pudimos estar andando. Hacía un calor infernal y estaba a tomar por el culo y dos dedos más adentro. '2 kilometres' nos decían los graciosos de la zona. Por supuesto la etapa no era llana, aquello era el K2.
Con casta y orgullo montañés, nos plantamos en el jodido templo horas más tarde. El color de mi orina era amarillo anaranjado, cirrótico, producto de la deshidratación. Nos descalzamos a la puerta (cosas de la religión) y allí estaba, objetivo conseguido. El maravilloso templo resultaba ser una estructura contrachapada cubierta de papel maché. Por si era una equivocación, salimos del límite 'sagrado' buscándolo y anduvimos descalzos por todo el pueblo. La ignorancia es la madre del atrevimiento. De hecho, tuvimos que pasar dos veces para dilucidar que, en efecto, nos habían vuelto a timar. Los colores más horteras juntos en un mismo edificio. Una especie de atracción de feria, similar al tren de la bruja.

La única noticia positiva fue encontrarnos un servicio de 'taxis' a la salida. Así fue como conocimos a Christian II, 'el intrépido'. Se ganó su apodo por bajarnos de aquella montaña donde Vishnú perdió las chanclas en vuelta rápida. El tipo debía creerse el mismísimo Narain Karthikeyan, sólo que viajaba en un todoterreno y por una carretera de montaña (cortados de 50 metros incluídos). Bajó sin tocar el freno, adrenalina en estado puro.
Una vez de vuelta en Rishikesh pasó poco tiempo hasta que volvió a anochecer. Esta vez había algo que celebrar. Un paquete nos esperaba en la recepción del hotel. Sí, era la mochila que faltaba. Ya estábamos todos equipados con 'gayumbos' para tirar hasta el fin del mundo...


1 comentario:

  1. El mundo le arreglaríais vosotros, yo no me enteraba de nada con la volda que traía.

    Lo que me he vuelto a reir, la leche. Tengo que dejar de leerte en la biblioteca para poder hacerlo a gusto.

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