jueves, 13 de enero de 2011

India Report IV

A la mañana siguiente: resaca. Bueno, alguno seguía tan borracho que pretendía comprarle los pantalones al pobre botones. He de decir, sin pensarlo mucho, que es de los mejores hoteles que pisamos. Me refiero a la limpieza y al servicio, porque lo de tener agua caliente te daba lo mismo. Bien es cierto que fue el más caro, pero tenía televisión, que en tiempos de un Mundial se agradece.
El agua del grifo no era potable, pero ni ahí ni en toda la India. Ya sólo con lo turbia que salía se te quitaban las ganas. Ellos lo bebían, estaban hechos de otra pasta. También mascaban una especie de tabaco 'gutkha' que les picaba los dientes y se los teñía de color rojo; viéndolo así, lo del agua era secundario. Había puestecillos de este tabaco por doquier y venían en ristras de paquetes parecidos a los condones. Al principio dudábamos si contenían 'bidis', su tabaco de fumar, pero eso es otro capítulo al que me referiré más adelante, porque en Nueva Delhi yo aún estaba en fase de asimilación y no sabía por dónde me pegaba el aire.
Con la resaca y los 40 grados comenzaba nuestro segundo día. El contrato-timo especificaba que un taxi nos recogería en el hotel, nos llevaría al aeropuerto (recordad que seguíamos sin mochilas) y nos abriría camino hacia el norte. Puntualidad británica. Esto no sería la tónica del futuro más próximo, porque para los indios, todo lo que les pidas 'it's coming', pero nunca llega.
El conductor daba la sensación de ser el último eslabón en la cadena de timadores, el pringado del grupo al que todo el mundo engaña con facilidad. Vestido con uniforme azul de camisa y pantalón de pinzas, servicial y poco hablador. Un 'chaquis' en toda regla. Normas de la casa.
Con lo puesto y por segunda vez llegamos al aeropuerto en coma etílico. No es recomendable beber de la manera en que lo hicimos la noche anterior si acabas de llegar a la India. Además si te subes a un coche con ocho pasajeros el calor te puede producir delirios. Así fue como nos dimos cuenta de la importancia que tiene beber líquido constantemente en aquella sartén. Igual exagero, voy a esperar a que me pasen los informes sobre cuántas botellas de agua podíamos beber entre todos al día. Una burrada.
Buscando por uno de los pasillos la oficina de la compañía aérea, deshojábamos la margarita, puesto que no teníamos claro si iban a estar aún. Al llegar vi la mía, casi se me salta la lagrimilla. El problema fue que mientras todo era papeleo y felicidad, una de la mochilas no aparecía. No había llegado. Putada.
Y la solución? Negociamos un envío por el Seur de la India, mucho más rural, para que la mochila viajase al norte unos dos días después. Yo casi pierdo los nervios, pero el afectado decía que sólo le preocupaba el cargador de la cámara, que los calzoncillos tienen cuatro posiciones (ésto es cosecha mía).
Con las mismas: rumbo a Rishikesh, nuestro siguiente destino. Por cierto, se me acaba de iluminar la bombilla y tendré que adjuntar un mapa de la India con el recorrido que hicimos porque el lío puede ser tremendo. Pensad que los saltos que dábamos de una ciudad a otra, no eran como de aquí a Bilbao. Algunos sí, pero es un país mucho más salvaje, los cambios son drásticos y los trayectos más lentos gracias a las 'carreteras' y sus 'bólidos'.
Volviendo al taxi, Christian, como pasó a llamarse nuestro chófer, nos ayudó a subir las mochilas en la baca (la del coche, la otra es con v). Seguridad máxima. Acabábamos de recuperar nuestras mochilas y ahí te las sube el mezquino y las ata con cuatro drizas peladas. De vez en cuando alguno sacaba la mano por la ventanilla para comprobar si seguían encima.
Es aquí donde comienza el Paris-Dakar. El capítulo de las 'carreteras' indias, las de verdad. Por poner un ejemplo cercano, lo que aquí serían las carreteras nacionales. Hasta ahora habíamos observado el tráfico por la gran ciudad: atascos, rotondas a cuchillo, etc. La diferencia es que es en las carreteras la velocidad se triplicaba. El objetivo consistía en coger el rebufo al coche, camión, carro, moto, rickshaw, vaca u ovni, para abrasarlo a pitidos hasta que lograban adelantar. Todo esto por el carril izquierdo y el adelantamiento por la derecha, lógicamente. Para un español el tema acojona por la costumbre inversa. Qué ocurre? Pues que en ocasiones se formaban filas de cinco o más vehículos/animales y alguno que otro se iba a la cuneta jugándose la vida. Les gustaba el riesgo. Creo que en quince horas de viaje se me quitó de raíz todo el miedo que haya podido tener dentro de un coche. Estuvimos al borde de la muerte en más de diez ocasiones. No exagero. Tampoco habéis leído mal, quince horas. Ocho personas en un coche sin una ducha en condiciones (de las de jabón y todo eso). Me ahorraré detalles.

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