martes, 19 de enero de 2010

Una noche en Varadero

El verano pasado, mi madre se fue de vacaciones a Cuba con sus amigas. Allí, una noche, cenando en un restaurante de Varadero, se les acercó una chica que reconoció el acento desde una mesa cercana. Había viajado sola a la isla, y tuvo la mala suerte de olvidar el cargador de su cámara de fotos. Sin embargo, dio la casualidad de que una de las amigas de mi madre tenía el mismo modelo y el problema se solucionó entre risas y alcohol.
Es curioso, pero a veces conectas de tal forma con las personas, que parecen amigos/as de toda la vida. Además, en un viaje tan especial, este tipo de cosas se intensifican y eso es lo que allí ocurrió. La chica, natural de Zaragoza, casada y con dos hijas se quedó de farra con la pandilla que había hecho. Veraneaba en Comillas (qué coincidencia) y conectó a la perfección con cuatro enfermeras santanderinas maceradas en ron durante una semana completa.
Y hablando descubrieron que era subinspectora de policía, que estaba en una misión de las Naciones Unidas, trabajando de escolta para un político en Haití. Y al no poder viajar a España periódicamente por el gasto que ello suponía, de vez en cuando visitaba las islas más cercanas.
Se despidieron, se escribieron. Su misión terminaba en febrero, pero quiso terminar antes. Hoy la encontraron muerta, en Haití, bajo los escombros del edificio de las Naciones Unidas.

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